Veo
la urdimbre inconmensurable de relaciones en que me desenvuelvo,
tanto individual como políticamente considerado. Mi familia, mis
amigos y conocidos, la lengua en que me expreso y que entiendo, los
partidos a los que no voto, las religiones en las que no creo, las
ideas que no comparto, lo que como y lo que bebo, la mar fulgiendo
como un espejo de plata en el horizonte y este calor intenso de todos
los veranos, las costumbres que he adoptado, como leer filosofía,
madrugar, ducharme a diario, trabajar cinco días a la semana o fumar
una o dos pipas de kif de cuando en cuando, las experiencias que he
pasado... Recuerdos que una y otra vez vuelven, cada vez con mayor
fuerza. Toda la juventud ya en el recuerdo ¡y aun así más viva que
nunca! Me veo plenamente consciente de mi juventud y, como siempre,
el conocimiento llega después de lo que hubiera deseado.
Veo
que, asímismo, mi familia, mis amigos, mis conocidos, mis
desconocidos, y todo bicho viviente contemporáneo o pretérito, se
hallan o se han hallado inmersos en amalgamas comparables a la que me
afecta a mí, con algunos puntos o incluso ramificaciones en común
entre ellas pero originales en casi todo lo demás, siempre nuevas,
como fractales.
Al
fin veo eso que quizá en pos de una hipotética objetividad -la cual
no deja en el fondo de ser mera asepsia y, por tanto, relación
superficial con aquello de que trata- algunos denominan entorno o red
sociales; y que dichas perspectivas casi nunca tienen en cuenta
aspectos como el clima, la alimentación, la lengua, las costumbres,
los pensamientos y las vivencias de cada cual, fijándose
fundamentalmente en parámetros económicos y de integración social
para establecer esta o aquella visión de la realidad.
Entorno…
red… como si además de rodearlo, no lo traspasara todo eso a
uno... ¡Pues también se es entorno y red!, ¡piedra y centro
arrojados al mar!
El
viento azota los pinos afuera. Y cuanto más claro lo veo, más
complejo se me aparece el mundo. En sabiduría no hemos progresado
desde Heráclito. Hegel, que es filósofo, escribe una nota inmensa
al pie de Heráclito. Parece que describa ese pie humano con el que
el Oscuro midió el sol.
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