¿No
son dudas también esos temblores insondables de la incertidumbre que
ante el amor, la muerte, el dolor, la belleza, el arte y tantas otras
experiencias significativas de la vida, asaltan el pensamiento y lo
estremecen, como si trataran de succionarnos? ¿No son ellos, que lo
niegan todo y van sumándose, las verdaderas dudas?
Sin embargo, afirmar que se siente el
vértigo de temblores insondables resulta de mal tono. Tan de mal
tono como negar que se alberguen dudas. Y así, se duda sólo hasta
ciertos límites. De manera que, por lo general, la duda no guía
el pensamiento, sino que el pensamiento se sirve de la duda cuando algo
no se ajusta a su visión.
¿En tales circunstancias, no es la duda
únicamente un útil de la fe?
Cabe sospechar de la duda hasta el punto
de que resulte preferible hablar de temblores
insondables de la incertidumbre,
pero no de dudas. Para que nadie se llame a engaño y porque, de ese
modo, quizá contribuimos a que la duda recupere su rango en el
entendimiento humano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario