8/09/2012

Una resistencia paradójica en lo humano


  Que la izquierda se ha vuelto tan retrógrada, simplista y dogmática como la derecha, se advierte claramente en su flamante manía de tildar de ultraderechistas a quienes no nos reconocemos ni en los discursos de la derecha ni en los de la izquierda y preferimos pensar la actual catástrofe política en otros términos, -Masa y Poder, por ejemplo-, hartos de ver a socialistas gobernando como fascistas y a liberales agigantando el estado hasta confines inhumanos, bestiales, diseñados a medida para reses. Derecha e izquierda no se diferencian desde hace mucho en sus actos de gobierno, orientados a alienar, controlar, reprimir y exprimir cada vez con más saña y ahínco a la población, y en lo que dicen son asimismo idénticas puesto que ambas, fundamentalmente, mienten. Tanto derecha como izquierda procuran sólo conservar su puesto en el poder a costa de los ilusos que aún les votan en ingente manada.
  Resulta curioso observar cómo los últimos conatos de rebelión se han arrogado también el destierro de la mentada dialéctica. “No somos ni de derechas ni de izquierdas”, repiten sin descanso las asambleas, para, una vez dirimido el circo de vanidades, banalidades y frivolidades sin cuento, la espectacular farsa de la revolución, introducir, a modo de nota, propuestas directamente extraídas de Marx y demás festivos y novedosos reformadores.
  También llama la atención recordar a esos mismos callados como putas respecto del totalitarismo entretanto transcurrían los años de así llamada bonanza, regocijándose como monos en las múltiples celebraciones del nuevo orden tecnológico, cuidándose mucho de sacar tajada, y que sea precisamente ahora, porque no hay un duro, cuando se inflaman contra los abusos del poder. ¿Qué quieren?, ¿libertad o dinero?
  Uno, en cambio, tiene por su más sagrado deber y derecho defender contra viento y marea la independencia de juicio. Así lo aprendió de sus maestros y en esa búsqueda incesante todavía no ha encontrado argumento que invalide las ventajas derivadas de ello.
  Es una pena que con la creciente pujanza de Masa y Poder, así como de la ciega inercia inherente a éstos, el destino inexorable del independiente sea la soledad, la paulatina despolitización, una resistencia paradójica en lo humano: cada vez menos humana en el sentido de política que lo humano ha conllevado hasta ahora.
  Sin embargo, la bestialización de Masa y Poder obliga a ello, pese a que en el horizonte nada se adivine con seguridad y la incertidumbre sea acaso la única relativa certeza presente; el futuro, que se sepa, jamás ha acaecido.
  Permitid que me aparte. Tarde o temprano hemos de abandonar las ciudades, que son nuestras tumbas, las mismas que cavamos día tras día sin desmayo; y venir al campo, a la mar, hambrientos de una humanidad que ya no tenemos y que aquí es cosa del pasado, porque en la naturaleza las metamorfosis continúan sin tregua, de acuerdo con la obstinada permanencia del cambio. Es en creer que somos esto o lo otro, que las cosas son esto o lo otro, -en vez de simplemente dejarse y dejarlas ser-, en la obediencia y la dominación, donde la muerte se nos está adelantando.

10 comentarios:

  1. iba a rebatirte algo, por el placer de rebatir, pero creo que me tendré que rendir a la evidencia y decir que sí a todo. un gran texto.

    un saludo.

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    1. Muchas gracias, hilia, pero no me dejes con la curiosidad, rebate, rebate, que a lo mejor conseguimos afinar.
      Saludos

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  2. voy a rebatir sólo el último párrafo porque en temas de derechas o izquierdas, de momento, prefiero no meterme. bueno, va, sólo un poco: al carajo. las dos.
    dicho esto… la ciudad como una tumba. no. rotundo. ¿cómo puede ser una tumba con semejante bullicio, movimiento y cambio constante? ¿pq asociamos siempre el campo con humanidad? no son acaso personas al fin y al cabo las que viven en un lugar u otro. realmente el vivir en un sitio u otro nos condiciona tanto como para convertirnos en monstruos o amables vecinos. de acuerdo, tal vez las ciudades son más frías e impersonales, pero también esto puede ser una ventaja: ¡ser anónimo! pasear sin que nadie te conozca, ni te salude, ni te pregunte cómo está tu prima hermana por parte de padre, sí, esa que se casó con paco, el panadero. por no hablar de los servicios de una ciudad que no existen en un pueblo. Y sí, de acuerdo, el pueblo ofrece otro tipo de servicios. o simplemente no los ofrece pq no son necesarios, pero no sé, llámame superficial, pero a veces tanto mirar las estrellas o escuchar el silencio, me aburre.
    en fin, termino con un típico-tópico que funciona muy bien en estos casos, y en la vida, en general: sobre gustos bla bla bla.
    un saludo

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    1. Gracias, hilia. Muy oportuno, sí. En lo de abandonar las ciudades (también me refería a los pueblos) yo expresaba más un temor, y compararlas con tumbas es obviamente una exageración. Sin embargo, pienso que, en su mayoría, se han vuelto invivibles, no sólo por el tamaño, sino porque apenas es posible disfrutar de los beneficios que ofrecen, salvo que cuente uno con ingresos suficientes, que superen con holgura lo estrictamente imprescindible para la supervivencia, cosa que no es habitual y cada vez lo va siendo menos. Por lo demás, claro que depende del gusto de cada cual, de si a uno le importan más o menos la contaminación, el tráfico, el ruido, la prisa, la agresividad, las aglomeraciones, la vigilancia policial, la constante exposición a la publicidad, la reglamentación de prácticamente cualquier conducta, etcétera, o a pesar de éstos sigue uno viendo mayores las ventajas, que también las hay, por supuesto. En cualquier caso, insisto en que lo decía más expresando un temor, puesto que, al menos en España, el trabajo brilla por su ausencia y no parece que puedan crearse nuevas industrias que lo solucionen (y si se crean habrá que ver en qué términos ofrecen trabajo; sospecho que no muy diferentes de la esclavitud).
      También creo que en su configuración actual, las ciudades se prestan a la corrupción y a la disolución de responsabilidades. Cuesta muchísimo dinero mantenerlas, y donde hay mucho dinero en juego y al alcance, ya se ha visto cómo nos comportamos los humanos, y, más concretamente, cómo se comportan aquellos en quienes se confía para gestionar la cosa común, que acaban vendiéndose al mejor postor y tratándonos como ganado a su servicio.
      Desde luego, resulta difícil imaginar la vida humana fuera de las ciudades. Pero yo soy pesimista dada la situación. Más difícil me resulta imaginarla sin un mínimo sentido ético. Me temo que con el camino que llevamos estamos fracasando estrepitosamente como especie, regresando a la condición de bestias -rodeadas de aparatos complicadísimos y tan caros como fugaces, pero bestias-, y que por eso quizá hay que empezar a plantearse las cosas de una manera radicalmente distinta, cuando menos si queremos hacer de la convivencia algo un poco menos injusto.

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  3. touché.

    una última observación: creo que si en vez de decir "ciudad" dijéramos "mundo" tendría todavía más sentido.

    saludos.

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  4. ¿demasiado antropocéntrico? ¿el mundo? por supuesto. el mayor ejemplo de antropocentrismo, y así lo tenemos.

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    1. Ya, por eso lo digo. Una cosa es el mundo y otra las ciudades. Que seamos tan cerriles como para confundirlos no implica que sean lo mismo. Pero sigo sin saber si te he entendido bien, (de hecho, y valga la broma, por un momento casi he pensado que te referías al periódico de Pedro J.).

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  5. que pasa Paco? soy Rafa .como podrás imaginar no comparto muchas de las afirmaciones del artículo.
    aunque para seguir quizás primero podrías aclarar si en el espectro político de la izquierda a la que te refieres incluyes al social-liberalismo, que ha llevado a la práctica política neoliberal pura y dura en nombre de la izquierda, con la responsabilidad histórica que ello supone de desprestigio de la propia izquierda.
    en ese caso comparto plenamente la crítica, si incluyes en ésta a la izquierda transformadora, evidentemente no puedo estar de acuerdo.
    en cualquier caso creo que el poder económico, entre otros, siempre ha tenido como objetivo la despolitización de la sociedad civil, (máxime en tiempos de crisis como estos cuando se está cuestionando progresivamente el sistema capitalista)prefiriendo que la rabia se encauce por otros derroteros más inofensivos para sus intereses, y aquí el social liberalismo tiene una enorme responsabilidad que no considero justo se pretenda extender a otros.

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    1. Hola, Rafa, he visto que se llama fascistas o ultraderechistas a quienes no comulgamos con la derecha ni con la izquierda en foros de toda laya, pero me parece que esa manía se acentúa cuanto más a la izquierda está quien lo dice.
      En cuanto a si cuando hablo de izquierda incluyo izquierda transformadora y socialdemocracia neoliberal, decididamente sí. Una vez en el poder, actúan igual que la derecha. Todas mienten, alienan, reprimen, controlan y se lucran a costa del ganado que tan generosamente pastorean.
      Insisto, no creo que a estas alturas de la historia sirva de mucho seguir pensando la política desde la dicotomía derecha-izquierda, al contrario. Creo que conceptos como Masa y Poder ayudan a ver más claro lo que pasa. En cualquier caso, la complejidad del asunto es tan grande que cuantas más perspectivas seamos capaces de contemplar, mejor.
      Un saludo.

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