Como señala Paco
Jarauta en el prólogo a la presente edición, esta
novela es “el sueño de un mago poderoso”. Alfred Kubin, nacido
en Bohemia en 1877, pintor y dibujante cuya obra gráfica había
alcanzado reconocimiento en los círculos expresionistas de la época,
-destacándose por sus ilustraciones para los libros de
Nerval o Strindberg, entre otros-, sufre una honda crisis depresiva a
la muerte de su padre y, tras emprender un viaje a Italia que no
logra reconciliarlo con su trabajo, “para buscar alivio”, según
cuenta en su Autobiografía, comienza “a imaginar una historia
fantástica y a anotar su trama”. Pero las ideas se agolpan en su
cabeza, obligándole día y noche a escribir, de forma que en doce
semanas concluye la redacción de La otra parte.
El protagonista del
relato, un joven artista cuyo nombre no llegamos a conocer, recibe de
Claus Patera, antiguo camarada escolar, una extraña invitación para
acudir con su esposa a un misterioso lugar situado en un punto
impreciso del continente asiático, el cual constituye el “refugio para
los descontentos con la cultura moderna”. A la invitación, Patera acompaña
una cuantiosa suma de dinero, de manera que el matrimonio no tarda en
decidirse y aceptar. A partir de ahí,
asistimos al relato vívido y minucioso del descubrimiento del Reino
de los Sueños, y de Perla, su capital, ciudadela donde Patera ha
invertido su inmensa fortuna, reconstruyéndola siguiendo un plan
rígido y peculiar: a base de viejas edificaciones y antigüedades
traídas de todo el orbe, guiado por “una profunda aversión (...)
contra todo lo que guarde relación con cualquier forma de
progreso”. Los escogidos habitantes de tan extravagante país,
invariablemente marcados por alguna tara o rareza, viven bajo el
influjo de un poderoso hechizo, en un mundo donde sólo la ilusión
es real, ajenos al exterior y sometidos a los inescrutables designios de
El Amo. La utopía está lejos de resultar halagüeña. El
joven dibujante innominado da cuenta con pavor del desquiciamiento
creciente que reina en Perla, y de cómo él mismo se ve envuelto,
atrapado por su locura. La vorágine de episodios infernales se precipita en un apocalipsis de destrucción y muerte. El narrador, como
Dante, no puede más que describir el derrumbe con prodigiosa plasticidad,
tratando de rescatar la poesía del miserable abandono y lo
incomprensible hasta que, finalmente, el Reino de los Sueños es aniquilado.
La otra parte es
el desmoronamiento de una ilusión y una indagación en el vacío, en
lo desconocido, en lo que ni siquiera tiene nombre. Kubin la escribió
empujado por un arrebato de creatividad que escapaba a su total
comprensión. Cruzó esa línea para arrojar sobre su época una luz que tal vez sólo ahora comprendemos.
[Alfred Kubin, La otra parte. Traducida por Juan José del Solar, Ed. Minotauro, 2003.]
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