8/01/2012

La escuela del buen oír, de Elias Canetti




  Auto de fe. Esta es la historia de un hombre-libro. Peter Kien, “el mayor sinólogo vivo”, pasa los días traduciendo y reconstruyendo manuscritos orientales, obnubilado por los 25000 volúmenes de su biblioteca. La vida social se le antoja una pérdida de tiempo; los hombres sólo le inspiran desprecio. Kien vive para la Ciencia. Pese a todo, Teresa, su ama de llaves, conquista su confianza y Kien se casa con ella, accediendo al mundo burgués. Sin embargo, su rígida razón le impide desenvolverse en esa nueva vida llena de ambigüedades. Su trabajo queda reducido al mínimo, y su soledad se puebla de personajes extraños. Pero Kien será incapaz de comunicarse con ellos, será incapaz incluso de advertir esa imposibilidad, de forma que las circunstancias lo arrastrarán a una espiral de malentendidos sin retorno. Auto de fe huye de toda complacencia, es un libro desgarrador, incómodo. Arroja luz a un mundo desintegrado a través de un personaje desintegrado. Arremete contra los excesos de la razón abstracta y de la ciencia, que fracasan en su intento de ordenar el mundo, ajenas a lo que el mundo en verdad es. Pero también denuncia ese mundo dominado por la inercia de las masas, cuyo resultado es la degradación del lenguaje y donde, por tanto, la persona singular está indefensa.

  Las voces de Marrakesch. A partir de una serie de estampas que evocan un viaje realizado en 1954, Canetti describe la vida en esta ciudad marroquí. Antes de su estancia, el autor descartó la posibilidad de aprender árabe o bereber. “Quería que los sonidos me llegaran tal y como eran, sin debilitarlos con ningún conocimiento artificioso e insuficiente”. El resultado es un cuaderno de recuerdos que en efecto logra transmitir toda la sensualidad de esa música, en el que la curiosidad y la fascinación del viajero se ven espoleadas de continuo. La mirada del occidental se posa sobre ese paisaje desconocido y sus gentes ávida, inocente, aunque en ocasiones le cueste comprender y constate asombrado que lo único exótico e inexplicable allí es él.

  El testigo oidor. Este curioso juego literario se sitúa entre la sátira moral y el análisis psicológico. Canetti se inventa cincuenta caracteres distintos, todos ellos exagerados, y los retrata con marcado humor. Un amplio catálogo de vicios es sometido a escrutinio en estas páginas, que suscitan una continua sonrisa y donde el lector reconocerá puntuales reflejos de la vida cotidiana, incluso de sí mismo. El testigo oidor sugiere el conocimiento de la realidad mediante ficciones desmesuradas. Así, la realidad aparece como un grotesco desfile de flaquezas humanas que sólo puede sobrellevarse desde una ironía sin fisuras.



[Elias Canetti. Obras completas, III. La escuela del buen oír.
Traducción de Juan José del Solar.
Ed. Galaxia Gutemberg/Círculo de lectores, 2003.]

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