5/24/2012

Nuestra enfermedad política


     La oligarquía de partidos cada vez más maniquea que padecemos, obliga con frecuencia a que el poder sea asumido por irresponsables. Es nuestra enfermedad política. Y se extiende cobrando tal magnitud que parece no haber modo de remediarlo sin necesidad de recurrir a la violencia, pues los irresponsables que nos gobiernan no quieren reconocer las tropelías que necesariamente perpetran para llegar a donde están, ni se avienen a hacer las modificaciones legislativas que permitirían vivir sin someternos a más poder que el del autogobierno. Y sin embargo, no merece la pena hacer uso de la violencia, ni siquiera contra ese poder ávido y frívolo que día tras día se nos impone, marcándonos la derrota. La historia del ser humano es la historia de su fracaso como animal político. La sucesión de guerras absurdas, esa manía del control, de querer que las cosas sean de esta o aquella manera, sin jamás dejarlas ser lo que quiera que sean, muestran un paisaje injusto y desalentador. Parece que la libertad de expresión sea el único ámbito de libertad política que queda, pero también que hay vida fuera de la política, y más rica y habitable. A fin de cuentas, es posible que hayamos mejorado en algo con los años y seamos capaces de vivir con más libertad política, aun cuando lo probable sea que ésta siga menguando. Los caminos de la libertad son infinitos y desconocemos la mayoría de ellos.

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