Scommette, perde.
Giacomo Casanova
Dostoyevski dictó El jugador en un mes a la secretaria de su editor para saldar con éste una deuda. Dostoyevski era jugador; ludópata, diría un psiquiatra. Utilizó su propia experiencia para contar esa historia, donde más que de disquisiciones en torno al azar, se nos habla de la voluptuosidad de la incertidumbre vivida por el jugador mientras aún desconoce si ha ganado o ha perdido, que alcanza el éxtasis cuando la mano se decanta a su favor y se convierte en tristeza cuando ocurre al contrario, y que desciende luego, al proseguir jugando sin freno, a otro éxtasis, el de la culpa más flageladora.
Es probable que Dostoyevski se excediera irresponsablemente en sus pasiones, pero también que atendiese con singular acierto a su acendrada vocación de místico y psicólogo. Comoquiera, sus cartas fueron, a la vez, excelentes y amargas. Cabe pensar que las de todos lo son, y que Dostoyevski las jugó a su modo, como cada uno al suyo. El juego es ineludible. Incluso quien se deja guiar por otro en el juego está jugando a su modo.
Publicado en el nº 13 del Fanzine Fare Ala