11/28/2013

Estado policía


   No sabemos qué clase de trampa cobarde prepara finalmente Rajoy con la ley Corcuera, -se trata de una ley orgánica y tramitar su reforma resulta un tanto arduo-, pero la propaganda que ha hecho la televisión pública de ello apunta a objetivos claros.
   Como es costumbre en leyes de seguridad ciudadana, sembrar el miedo parece prioritario. Y desde luego lo han conseguido, porque se nos auguran órdenes paramilitares y castigos crueles para quien se resista, no ya meras multas fruto de una codicia avarienta. Lo anunciado para mendigos, putas, extranjeros, pobres y cualquiera dado a reunirse con otros o expresarse libremente, unido a la arbitrariedad impune prevista para los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, corresponde a campos de concentración.
   Nadie debería aplicar una ley como esta que nos amenaza. Hoy, la obediencia tipo Eichmann habría de disculpar aún menos. Ser ciudadano exige una ética autónoma y una ley así contraría toda ética. La policía que la aplicase estaría compuesta por sicarios de una banda criminal que se mofa con desprecio de torturar a los ciudadanos, su única legitimación.
   No cabe obediencia a una ley tan abierta y descaradamente inconstitucional. Los jueces tendrían que admitir sin el pago de tasa alguna los recursos que por su causa se presentaran, y darles la razón.

Publicado en La Opinión de Murcia, 28/11/2013.

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