El colegio, cercado por las alambradas,
parece una jaula durante el recreo.
Hay griterío de niños que juegan, descansan de su encierro en las aulas del mastodonte
de ladrillo rojo. Entran en los baños,
corren tras la pelota,
ríen, saltan, patinan, se juntan en grupos a conversar, tramando amistades y amores,
deseos, rivalidades y envidias. Se los ve viviendo sus primeros años ahí, arremolinados bajo las farolas, pisando tierra seca y cemento, y se recuerda la propia infancia sin nostalgia, no muy distinta en el
fondo,
con las mismas demasiadas horas perdidas en un simulacro.
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