9/05/2012

El más alegre cuando ríe

  Eduardo Gil Bera (Tudela, 1957) es un escritor descomunal. Cioran parece un histrión vacuo comparado con el pesimismo que rezuman A este lado (Pamiela, 1993), Paisaje con fisuras (Pre-Textos, 1999), Los días de enmedio (Destino, 2002) o Historia de las malas ideas (Destino, 2003); Schopenhauer, una plañidera neurótica. El cinismo de Gil Bera es estoico, una disección de la estupidez y la crueldad humanas enraizada en los más antiguos estratos materiales, que parte de la actualidad para remontarse hasta cronologías insondables.
  Mediante la investigación histórica, arqueológica, moral, lingüística, jurídica, literaria, filosófica, retórica y traductológica, la revolucionaria erudición clásica de Ninguno es mi nombre (Pre-Textos, 2012) se yergue como un hito filológico equiparable, pongamos por caso, a la tesis doctoral de Nietzsche, si no mayor, -albricias, Eduardo Gil Bera no es universitario-, puesto que descubre y esclarece los rastros ignorados de Homero, como Paisaje con fisuras hacía con la Biblia, como éstos y otros de sus ensayos con la Epopeya de Gilgamesh.
  El español que escribe Gil Bera vale más leerlo que comentarlo. Tienta pensar que Ferlosio, -a quien mejora sin desplantes, consciente de que la honestidad intelectual es implacable-, lo lee agradecido.

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